Una de las manifestaciones del arte que más han llamado mi
atención son las estatuas ecuestres, esos monumentos que hay en casi todas las
ciudades y pueblos del mundo donde alguno de sus héroes es inmortalizado
montado a caballo en una actitud a veces heroica, a veces reflexiva pero la mas
de las veces dirigiendo a la batalla a las fantasmales huestes que van tras de
ellas.
Hay una en el parque de los venados, en la Ciudad de México,
dedicada al General Francisco Villa, líder de la legendaria División del Norte
y es una estatua gigantesca, en la que se aprecia al llamado Centauro del norte
deteniendo el trote de su caballo mientras observa alguna acción que sucede frente a él, tal vez mira el futuro de México
o tal vez solo ve a los transeúntes que acostumbran visitar el parque, cuando
yo era niño en ese parque había unos camioncitos que circulaban por todos los
recovecos y que fingían ser “delfines”, esas peseras de moda entonces o vagoncitos
del metro las cuales circulaban alrededor de la mirada sorprendida del General Villa.
En la actualidad cuando uno pasa frente al palacio de Bellas
Artes, también en la ciudad de México uno puede observar una estatua de
Francisco I. Madero que a decir verdad no tiene ninguna gracia, las manos se
ven exageradas y su actitud es más bien miedosa al futuro, tengo la impresión
de que pretendieron darle una actitud de reflexión que no lograron, lo cual me
lleva a un cercano vecino de esta, la estatua llamada del “Caballito” que se
puede observar actualmente en la plaza que queda frente al palacio de minería
en la calzada de Tacuba, digo actualmente por que este monumento, obra del
genial Tolsa, ha sido testigo de nuestra historia, revolucionarios, campesinos,
insurgentes han subido a su grupa y desde allí observado los acontecimientos
que se suceden inexorables desde uno y otro hombro del rey Carlos IV, a quien está
dedicada la estatua , por lo que sabemos en todos los años revueltos que ha
vivido nuestra patria el rey jamás se ha quejado de esto, su imagen sigue
siendo imponente lo que me lleva a pensar en sus patas, las del caballo no las
del rey, las cuales según la tradición tienen un significado relativo a la
muerte del prócer que representan; de acuerdo a como estén colocadas su
significado puede cambiar, si el caballo tiene las dos patas en el aire quiere
decir que el héroe murió en combate, si tiene solo una sola pata en el aire,
significa que el héroe murió a consecuencia de sus heridas en alguna batalla y
si las cuatro patas se encuentran en el suelo significa que murió de causas
naturales, aunque esto es a mi juicio relativo ya que muchos próceres y héroes
murieron fusilados o asesinados, lo cual en esos tiempos era una causa bastante
natural, ahora bien… en el caso de los futuros inmortalizados a caballo, ¿Qué
actitud o pose deberá de tomar el caballo?, quiero suponer que si un diputadete
de los que actualmente pululan en nuestros históricos recintos legislativos
desea ser inmortalizado, la actitud del caballo debería ser recostado en el
suelo, bueno, es solo una propuesta.
Pero… ¿Cómo comenzó esta tradición?, recordemos que desde la
antigüedad los grandes líderes de la historia han inmortalizado sus figuras en
sendas estatuas ecuestres, julio cesar, Napoleón, los luises de Francia, todos
y cada uno han dejado su huelle, más bien la de su caballo en el suelo de la historia,
pero lo cierto es que alguno debió ser el primero, ¿Quién fue este primer
inmortalizado ecuestre?, ¿Cómo se le ocurrió?, ¿Qué pensaron sus contemporáneos
cuando vieron esta primera y vanguardista tradición?
La respuesta nos la da Herodoto en sus “nueve libros de la
historia”, en la que cuenta una singular anécdota, después de que muriera Ciro
el grande, gobernó su hijo Cambieses durante casi 8 años y al quedar el trono
sin herederos, y después de un intento de usurpación del mago Esmerdis que duro
casi ocho meses, se reunieron los siete
nobles líderes del reino que sobrevivían y acordaron un sistema para obtener la
corona muy peculiar y que solucionaba rápidamente el problema sin usar el
siempre fastidioso método de agarrarse a catorrazos; asi que todos de acuerdo quedaron en que al
amanecer del siguiente dia, en cuanto despuntara el sol, el rey seria aquel
cuyo caballo relinchara primero, conveniendo en que, quien no aceptara a pesar
de lo acordado seria pasado a cuchillo sin mas por los restantes aspirantes.
Fue entonces que el joven Darío, que ambicionaba la corona
para el, se dirigió a su caballerango de nombre Ebare,s al que le ofreció
riquezas si lograba que el caballo relinchara primero, el caballerango
sonriendo le pidió una prenda a Darío y este le dio un pedazo de tela de seda,
a unos minutos del amanecer Darío se presento a la caballeriza donde Ebares tenía
lista su montura, cuando Dario estuvo ya sobre el caballo Ebaresle entrego una
bolsa de cuero y le indico a Darío que cuando el momento llegara abriera la
bolsa frente al caballo discretamente.
Darío y los siete aspirantes a la corona se presentaron en
las afueras de la ciudad de Ectabana, capital del imperio Persa y esperaron a
que el sol despuntara, cuando este se mostro redondo y brillante Darío abrió la
bolsa de cuero y la acerco a la cara del caballo fingiendo que lo acariciaba,
este comenzó a relinchar de inmediato con fuerza, casualmente en ese mismo
momento un trueno se escucho en la lejanía desde unas nubes negras que amenazaban
lluvia, los aspirantes restantes al trono se apearon de sus caballos y se
arrodillaron aceptando a Darío como su rey.
Contento con esto Darío mando llamar a Ebares preguntándole
el truco que había utilizado y este le conto que había una Yegua en celo en los
potreros asi que durante buena parte de la noche había estado acariciando a
esta con el pañuelo, al acercarse la hora lo coloco en la bolsa de cuero para
que el olor no se dejara sentir antes de tiempo, poco tiempo después Darío ya ungido
como rey de los Persas cumplió su
palabra, lleno de riquezas al caballerango y además ordeno fabricar una estatua
de el sentado encima del caballo para conmemorar la forma en la que adquirió el
trono.
Desde entonces hasta la fecha los grandes héroes son muy
dados a representarse a caballo, aunque desde la segunda guerra mundial esta
tradición ha bajado bastante, una tradición que marco épocas de caballerosidad
en lo militar, por lo menos esa es la sensación que dejaron, reyes,
emperadores, conquistadores y caballeros, todos han deseado su paso a la
eternidad montados en un caballo, aunque en algunos casos el caballo mereciera
mas esto que el que lo cabalgaba.