viernes, 19 de febrero de 2010

La gaveta

Mónica hecho una mirada de soslayo hacia la gaveta del baño, hacia una semana que en terrible lucha la había encerrado allí, pero a pesar de tenerla a buen recaudo le temía, si era un miedo atroz, en las noches había soñado que escapaba para torturarla como lo había hecho desde que todo comenzó hacia un mes.


Ahora, después de tratar de evitarla por varios días, el momento había llegado, sus manos nerviosas se revolvían, había esperado hasta que su marido la dejara sola en la casa, el no podía ser partícipe del terrible secreto, estaba segura que si la sorprendía y se percataba de lo que sucedía de inmediato le abandonaría.


Con valentía se levanto y trato de avanzar, un pie primero y otro después, muy lentamente, la puerta de la gaveta se iba acercando a ella, despiadada, maligna, titánica, el temblor de las manos se acentuó, su corazón latió a un ritmo que casi se podría calificar de cardiacos.


Al fin estuvo ante ella, la puerta de la gaveta ofrecía su manija libremente, de nuevo trago saliva, deseaba irse de allí, correr y cerrar la puerta de ese baño con candados, tal vez levantar una pared de ladrillos para separarla del resto de la casa, ya que allí se hallaba su secreto, o mejor dicho, el testigo de su secreto, el único que podría ponerla en evidencia ante Alonso, su marido, el amor de su vida.


Lentamente bajo la mano y tomo la manilla, respiro profundamente y se lleno de valor.


Afuera de la casa el día era soleado y hermosamente colorido, como suelen ser los días en el Yucatán, el cielo mostraba un azul intenso, las escasas nubes que rompían con el color eran tan blancas que parecían copos enormes de nieve, un par de palomas de color blanco también revoloteaban y se posaban en el suelo con gracia en busca de comida.


De pronto…


Fue un rayo en despoblado, el grito aterrador de Mónica se escucho claramente, una vecina que se encontraba colgando ropa en el tendedero del patio que avecinaba con el de la casa de Mónica escucho todo y fue testigo de que ella salió llorando de la casa.


-dos kilos – dijo Mónica – dos kilos he subido dos kilos.


Sus sollozos se perdieron entre los sonidos del día, mientras tanto en el baño, tirada en el suelo donde Mónica la había colocado, se encontraba la bascula que durante más de una semana escondió en la gaveta del baño, se había matado con una dieta de las que las revistas de chismes publican, y he aquí que lejos de bajar había aumentado el peso, cosa que le aterraba pues temía que su marido la dejara por una chica más delgada.




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